Asuntos sucios

Cuando salimos aún era de noche. Todo había salido bien. Cada uno nos fuimos a nuestras guaridas. No me pasó por alto el alivio de todos los demás respecto el halcón. Nadie dijo nada. Quedaban dos días hasta la entrevista con Turgoll.
Llegue hasta mi tugurio. Dejé al halcón apoyado en el cabecero de mi catre. Salí en busca de algo en el basurero cercano a mi hogar. Allí encontré un perchero viejo. Lo llevé a mi tugurio y con ello improvisé un lugar donde colocar al pájaro.
Compré carne cruda. La hice tiras con mi daga. El primer día fue de adaptación. No se puso muy nervioso. Y los nervios se le quitaron con la comida que le dí.
Por suerte sabía algo de cetreria. No era un experto ni mucho menos, pero al menos algo sabía.
Lo que me sorprendió fue la cantidad de carne que engullía aquel halcón. Si seguía así me arruinaría. Pero empecé a tomarle cariño. No era molesto, incluso diría que era agradable su compañía. Al menos él no se iría con un comerciante rico, tal y como había hecho Cláudia.
Pero no era un cariño total. Sabía que el halcón había que entregarlo a Turgoll. Entonces caí en algo que no me había dado cuenta. Tendría que llevar al halcón hasta el punto de encuentro sin ser visto.
Me puse nervioso al principio, pero luego se me ocurrió una idea que esperaba funcionase.

El orco cogió la espada con una sonrisa podrida.
- Tienes mi palabra piel clara. Si alguna vez nuestros caminos se cruzan y tu caes en mis garras recordaré que un día cumpliste tu palabra y me libraste del tormento.

Se fue entre las alcantarillas, parecía tener muy claro donde iba mientras la oscuridad se lo tragaba.

Después de aquello salieron a superficie. El olor a mierda se les había quedado en la ropa y daban verdadero asco. Pero a pesar de ello estaban felices. Habían cumplido y de que manera. Aquello era una gesta digna del Manco, el mejor ladrón de todos los tiempos, un golpe limpio y porque no decirlo genial. Eran mas que dignos de entrar en la Mano como miembros de pleno derecho. O eso creían ellos.

Salía el sol y las ratas se escondieron en sus agujeros. Tyrok se encargó de avisar al Tahúr del éxito. El resto se fue a descansar después de una larguísima noche.

Habia habido momentos en los que los nervios se habian apoderado de todos, el encuentro con el uruk, el hermano de aplasta craneos, ese fue uno de los instantes mas tensos de la mision, pero resulto ser de grandisima ayuda, ninguno se esperaba ese golpe de suerte, a Yasuo le hacia gracia pensar en la cara que se le pondria al uruk cuando viera su preciado halcon en ese estado, la unica pena que sentia el oriental habia sido dejar a aquel moribundo en ese estado, un corte en la yugular habria acabado con su sufrimiento, fuera quien fuese, nadie se merecia ese calvario.

Yasuo se encontraba en su camastro, meditando todo lo acontecido, se acordaba de como le habian crujido los huesos al llegar a su cuchitril, pero que estos dias posiblemente podrian llegar a su fin, ahora solo le quedaba esperar con la esperanza puesta en que la mano viera con buenos ojos los trabajos que habian realizado para ellos.

La noche antes del encuentro tuve una pesadilla. Fue espantosa. El uruk al que habíamos liberado y dado una espada, volvía por ésos pasillos y asesinaba al aplastacraneos. Lo que conllevaba el enfado de La Mano y otra vez lo mismo que hacía un año. El ostracismo. El repudio total. Valaf volvía a perseguirme. El hambre.

Me desperté sudoroso. El halcón en el perchero. Tenía claro lo que iba a hacer. Preparé los pocos pertrechos que tenía, dejando a los más pesados allí. Acudiría con todo lo posible a la reunión con Turgoll. Todo mi dinero, mis ganzúas, mi daga, todo lo que pude llevar. Si la cosa salía mal nuevamente, volvería directamente a recoger las cosas que había dejado en mi cuchitril y me marcharía de Thardbad ésa misma noche. Viajaría toda la noche y todo el día. Y empezaría una nueva vida.

Metí al halcón en una vieja carretilla que tenía y lo tapé con una manta. Me dirigí al lugar indicado. Durante el trayecto pensé que la carretilla hacía mucho más ruido del que hubiera deseado. Antes de salir pensé que pasaría inadvertido; pero ahora, un tipo con una carretilla en mitad de la noche......no me pareció nada inadvertido. Menos mal que al llegar al puerto no parecía tan raro.
Entré en el barco y allí esperaba Turgoll, Angost y Tyrok. No tardarón en llegar Lothar y Yauso. Durante todo ése tiempo escrutaba el rostro de Turgoll para ver si estaba satisfecho o enfadado. Y no pude sacar nada en claro.
Comenzó la reunión, y yo estaba ansioso por el veredicto.
"Por fin. ¿Teneis el halcón?"
Saqué el ave de la carretilla
"Bien. Al fin habeis hecho algo bien. Os reunireis en las puertas del viejo cementerio dentro de dos días. A la media noche. Allí os esperan"

No sé qué más se dijo ni quién más hablo. Pues el alivio que sentí hizo que desconectara de todo y no escuchara nada más.
No recuerdo ni cómo regresé a casa, solo que Yauso me acompañó y allí nos despedimos. Hasta dentro de dos días.

La Espuma del Aguas Grises estaba anclado en el puerto. Era uno de los barcos que solía hacer la ruta comercial de la guerra. El imperio haradaico, antiguo enemigo de los reinos del norte estaba traficando con ellos a gran escala. Pertrechos de guerra, víveres y demás enseres eran enviados al maltrecho imperio. Cómo podía costear el Sha de Minas Thirit la costosa guerra, era un misterio. La ofensiva orca no tenía precedentes, ni siquiera en los tiempos de Sauron los orcos habían cobrado tanta fuerza. El Anduin constituía la frontera sur hasta la antigua capital dunadan. por el norte Dorwinadan, Dagorlad, la mitad de Krin khanhan y todo el Rhun estaban en manos orcas. Allí una orden conocida como los Cruzados de la Luz libraba una guerra sin cuartel contra la amenaza surgida de Mordor. Así que no era de extrañar que Nueva Gondor apoyase a su antiguo enemigo, el Imperio Haradaico a contener al imparable ejército orco.

Pero Tharbad, la ciudad estado independiente, seguía al margen de toda guerra tomando únicamente partido en los beneficios.
El Thahúr caminaba con el príncipe por el puerto, subieron por la rampa de madera, que crujió a medio camino. de la cubierta pasaron al camarote del capitán. Allí estaba Halaf, Yauso y Tyrok.
- Ya estamos todos. Y por lo que veo habéis cumplido a la maravilla. Esta vez si que habéis demostrado lo que valéis. - La sonrisa del maestro era triunfal. - Las puertas de los buenos negocios están a punto de abrirse para vosotros mis queridos diablillos. Se acabó pasar hambre y miserias. Decidme, ¿cómo habéis conseguido tal hazaña?

- Secreto profesional, un buen tahúr no revela sus secretos, maestro.- Lothar lee giño un ojo a Turgoll y cerró el pico.

-Llegareis lejos. Turgoll no se tomó a mal la negativa del grupo a explicar su fechoría.

- Cambiando de tema. Dentro de dos días os esperan en el pequeño cementerio de la cuidad a media noche, la Mano quiere agradeceros los servicios prestados. - El maestro sonrió dando miedo.

- ¿No nos iréis a enterrar allí, verdad? -Tirok cambió su semblante. Todo el mundo sabía que los cementerios eran pájaro de mal agüero.

- Quien sabe...

- Cambiando nuevamente de tema, y antes de que nos enterrréis- Angost se puso tan serio como pudo ¿Qué había en la bolsita, Turgoll?

- Creo que esta vez te has ganado el derecho a saberlo. Pero creo que es pronto para que llegues a ese conocimiento.

- Venga ya, que te cuesta decírmelo, me has esquivado demasiado años.

- Está bien, la bolsa contenía la Dama de Corazones. - el viejo hurón comenzó a reírse al ver la cara del príncipe.

- No puede ser, me estás mintiendo. - Angost apretó los dientes y miró fijamente al viejo hurón.

- Largaos, no tengo ni ganas ni tiempo para seguir jugando con vosotros.